Amy Goodman y Denis Moynihan El Día de la Independencia de Estados Unidos llega en un momento en que esa unión de estados imperfecta, proclamada públicamente el 4 de julio de 1776, enfrenta una amenaza existencial. En su deriva autoritaria, el presidente Donald Trump concentra cada día más poder, sin que la mayoría republicana en el Congreso ni la mayoría conservadora de la Corte Suprema le impongan frenos. Las detenciones y las deportaciones masivas de inmigrantes, que también afectan a muchos residentes legales e incluso a ciudadanos estadounidenses, se han intensificado. Trump está ahora considerando “desnaturalizar” a ciertos ciudadanos, es decir, quitarles la ciudadanía para deportarlos si no se comportan de acuerdo con sus caprichos. En esta sucesión de medidas inquietantes y muchas veces ilegales, la capacidad de Trump para provocar sorpresa y conmoción parece no tener límites.
Esta semana, el mandatario estadounidense visitó un nuevo centro de detención que el gobernador de Florida, Ron DeSantis, y el fiscal general del estado, James Uthmeier, han construido apresuradamente en la región pantanosa de los Everglades, un gulag al que han bautizado como “Alligator Alcatraz”, “el Alcatraz de los caimanes”, en español.
El miércoles por la mañana, frente a la Casa Blanca, mientras Trump se disponía a viajar a Florida, el periodista del canal Fox News Peter Doocy le preguntó: “Con Alligator Alcatraz, ¿la idea es que si un inmigrante ilegal intenta escapar, simplemente acabe devorado por un caimán o una serpiente?”.
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