Amy Goodman y Denis Moynihan El 16 de julio se cumplieron 80 años de la primera explosión de una bomba atómica en la historia de la humanidad, en el lugar al que su creador, el físico J. Robert Oppenheimer, denominó “Sitio Trinity”, situado en el estado de Nuevo México. Ese remoto paraje desértico de Estados Unidos era conocido desde hacía siglos por el nombre que le asignaron los conquistadores españoles: Jornada del Muerto. La explosión de prueba conocida como “Trinity” precedió al primer y hasta ahora único uso de armas atómicas en tiempos de guerra, cuando Estados Unidos lanzó bombas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y el 9 de agosto de 1945, respectivamente. Más de 210.000 personas, casi todas ellas civiles, perdieron la vida como consecuencia de las explosiones.
Años más tarde, durante una entrevista con la cadena NBC News, Oppenheimer reflexionó sobre la prueba Trinity:
“Sabíamos que el mundo no sería el mismo. Algunos [de quienes estaban allí] se rieron; otros lloraron. La mayoría guardó silencio. Recordé una frase de un texto sagrado hindú, el Bhagavad Gita, en la que [el dios] Vishnu está tratando de persuadir al príncipe de que debe cumplir con su deber y, para impresionarlo, adopta su forma de múltiples brazos y dice: 'Ahora me he convertido en la Muerte, el destructor de mundos'. Supongo que todos pensamos eso, de una forma u otra”.
Aunque las armas nucleares no han vuelto a ser utilizadas en conflictos bélicos desde 1945, hubo ocasiones en la historia reciente en las que se ha estado a punto de volver a utilizarlas. Sin ir más lejos, el mes pasado, el expresidente ruso Dmitry Medvedev amenazó con utilizar armas nucleares tácticas contra Ucrania. Por su parte, en su primer mandato como presidente de Estados Unidos, Donald Trump sugirió la posibilidad de un ataque nuclear contra Corea del Norte cuando amenazó con desatar “fuego y furia” contra ese país asiático con capacidad nuclear.
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